En esta primara sesión de un «Tema a la semana» queremos compartiros unas palabras por parte de Diana, maestra del Proyecto Roma y de la Escuela Pública, que fue invitada a una mesa redonda para dialogar sobre una Escuela Pública, Diversa Inclusiva.
Para comenzar siento que es importante partir de mi propia identidad docente y explicarles cómo ésta se ha ido construyendo. Ustedes habrán podido leer en el cartel del encuentro de esta tarde que me presento como una maestra de pedagogía inclusiva en la Escuela Pública, esa es mi responsabilidad principal en el colegio donde trabajo. Esta responsabilidad en la escuela, institucionalmente se llama de otra manera, y como sabemos, el lenguaje no es ingenuo.
No obstante, este cambio de denominación no supone solo un cambio en el lenguaje sino un cambio de pensamiento y un compromiso con la acción. He transitado como un acto político de denominarme maestra de Pedagogía Terapéutica (PT) a denominarme maestra de Pedagogía Inclusiva (PI)
Empezando por el principio, estudié Magisterio de Educación Especial en la Universidad de Málaga porque tenía el deseo de ayudar a las personas y la educación me parecía un campo interesante para poder hacerlo. Cuando comienzo a trabajar, lo hice como maestra titular de un aula para niñas y niños con autismo, en un colegio público, contratada por el AMPA del colegio para el campamento de verano, mientras estudiaba para las oposiciones. Esta experiencia, que repetí durante dos años, me fue creando muchas inquietudes.Todos los días vivíamos, las niñas y niños y yo, situaciones que me producían a mí y a ellas y ellos mucho dolor pero que en esos años no supe identificar como lo que verdaderamente eran, violencias.
Lo importante es que me llevaron a tomar conciencia de muchas contradicciones.
¿Por qué esas niñas y niños, a pesar del esfuerzo suyo y mío, de sus familias, solo podían aprender en un espacio segregado, en un aula apartada de las demás niñas y niños del colegio? ¿De verdad no había otra forma de aprender?
Cuando reflexionaba sobre los aprendizajes, me daba cuenta de que eran mínimos o que, en realidad, no eran aprendizajes que construyeran autonomía en ninguna de sus dimensiones. Me preguntaba una y otra vez, ¿estas niñas y niños no son capaces de aprender? ¿Solo pueden aprender algunas cosas concretas y lo que debemos hacer es protegerles? ¿Por qué no aprenden a pesar de los esfuerzos?Era la práctica la que me estaba llevando a comprender las contradicciones que existían en ese contexto.
Conseguí un trabajo en un centro de atención temprana e infanto-juvenil donde trabajaba con un grupo de chicas y chicos adolescentes con autismo. De este trabajo, me surge la oportunidad de trabajar con las chicas y chicos en sus contextos familiares y sociales. Esto me da una perspectiva diferente de la que tenía y sobre todo compruebo cómo las familias están completamente solas. Voy tomando conciencia de que para poder construir aprendizajes en las chicas y chicos era necesario que se dieran cambios en sus contextos familiares y sociales, no se trataba de actuar sobre las chicas y los chicos pero nadie les ayudaba a las familias en este sentido. Toda la intervención estaba centrada en las chicas y chicos pero no en sus contextos. Me convertí en la mayoría de los casos en una especie de respiro familiar. De nuevo vivía en una contradicción constante que me hacía sentir que este tampoco era el camino adecuado.
Posteriormente, apruebo las oposiciones de maestra y entro a trabajar como maestra PT en un colegio, en el que llevo 10 años. Sentía que ése ya tenía que ser el lugar desde el que podía transformar. En ese primer año de prácticas trabajo con el alumnado que está en el censo de alumnado con “necesidades específicas de apoyo educativo”, según el lenguaje institucional, en el aula de apoyo a la integración. Les sacaba de sus aulas para trabajar conmigo los aspectos que se suponía que necesitaban aprender y que no podían aprender en el aula junto a sus compañeras y compañeros. Empiezo a vivir nuevas contradicciones en este nuevo contexto.Estas contradicciones me estaban llevando a perder mi identidad profesional, la que había construido hasta ahora y eso me llenó de incertidumbre.
En realidad, ahora soy consciente de que esa pérdida me inquietaba porque perdía el poder que ostentaba hasta entonces. La maestra que tiene el saber y por eso tiene el poder. En ese momento yo solo tomé conciencia de que no sabía nada, o, mejor dicho, de que lo que sabía no me servía para que mi alumnado aprendiera, y esa era mi pretensión como docente
Empecé a cuestionarme también cuál era la finalidad de la escuela, porque había aprendido que no era la misma finalidad para unas niñas y niños, que para otros. En unos casos la finalidad era prepararse para un mercado laboral, fundamentalmente, lo que les permitiría construir su propio proyecto de vida, y en otros, era conseguir objetivos concretos como que aprendan normas sencillas, que controlaran esfínteres, que se relacionaran con otras personas de forma socialmente adecuadas…No se había construido aún en mí la identidad política que precisa la labor docente, no tenía conciencia de cuál es la finalidad de la Escuela Pública ni a quién debe servir.
Esta inquietud en la práctica me llevó a una búsqueda incansable de formación, de una formación que me pudiera cualificar para asumir la responsabilidad que tenía con esas niñas y niños y sus familias. Esa búsqueda me lleva a conocer el modelo político-educativo del Proyecto Roma y esto supone para mí un antes y un después.Este modelo me proporciona unos principios de acción que son los que orientan mi práctica docente; una fundamentación científica, epistemológica, unos conocimientos científicos; y unas estrategias que dan respuesta a mis pretensiones como docente.A través del estudio, del conversar y compartir la práctica con las y los docentes del grupo de profesorado del Proyecto Roma, voy interiorizando los valores de la Escuela Pública.
Ahora soy capaz de entender la perversidad del sistema educativo que
con el discurso de la necesidad de más recursos, intensifica la exclusión y va generando identidades marginadas, centradas en las personas y en sus dificultades, invisibilizando los contextos donde las personas nos desarrollamos y construimos nuestra autonomía, obviando que todas las personas somos seres históricos y culturales, no sólo seres biológicamente hablando
Ahora era capaz de comprender las contradicciones que vivía. Era capaz de comprobar cómo el contexto del aula y la relación con esas niñas y niños (que como “maestra de PT” tenía que “atender”) cambian cuando me pongo a su lado, pero no cambia para mejor, sino todo lo contrario. Tomé conciencia de que formo parte del proceso de estigmatización del alumnado y del aprendizaje que se estaba produciendo en esa aula solo con mi presencia. El alumnado que era mi responsabilidad seguía sin aprender lo que se supone que debía aprender. Lo que más me preocupaba era que el resto del alumnado se deshumanizaba con mi práctica en el aula porque construía un espacio de exclusión ante sus ojos y les enseñaba una mentira:
Mirad, esta compañera o compañero vuestro no puede aprender como vosotras y vosotros, ni junto a vosotras y vosotros. Necesita una educación diferente, me necesita a mí, pero también necesita que le protejáis y que os relacionéis con ella o con él. Así que estará aquí en vuestra aula, pero no es tan capaz, no puede competir porque no puede aprender
La Escuela Pública tiene que ser el lugar donde buscar la verdad, y la verdad es que todas las personas son capaces de aprender si los contextos que habitan se lo permiten. La verdad es que la humanidad es diversidad y no existe lo “normativo”, es simplemente una invención para excluir y segregar a las personas que no se consideran valiosas socialmente para producir. La verdad es que la humanidad no habita este mundo para ser explotados por un mercado laboral perverso, el sentido de nuestra vida no es ese.
La Escuela Pública debe ser el espacio común, como dice el profesor y compañero Miguel López Melero, “donde el alumnado pueda aprender los códigos que humanizan y deshumanizan, donde puedan aprender dónde está la verdad y dónde la mentira”. Esto es importante porque se está configurando un nuevo orden mundial donde lo que impera es el odio al diferente y esto solo lo podemos cambiar gracias a la convivencia con el diferente. Esto es justo lo que significa la inclusión.Y la inclusión es una construcción permanente, es la construcción de oportunidades equivalentes para todas las niñas y niños de poder aprender a pensar y a convivir juntas.
La finalidad de la Escuela Pública es la convivencia, es aprender a convivir en la diferencia valorando la diferencia. Una educación en la diferencia para construir una ciudadanía democrática que conforme una sociedad donde todas las personas sean legítimas.Para construir la Escuela Pública es necesaria, por tanto, una práctica educativa común que eduque en la diferencia y en el respeto y valor mutuo a la diferencia. La Escuela Pública tiene que ser laica, democrática e inclusiva, y si no, no es la Escuela Pública.
Estoy convencida de que todas las personas que estamos esta tarde aquí compartimos esta finalidad de la Escuela Pública y entonces debemos preguntarnos cómo se puede hacer. Estamos hoy aquí porque tenemos una preocupación común y una pretensión común, y es que no es solo un deseo el que nos une sino un derecho. El derecho a una educación, no a cualquier educación, sino de la que venimos hablando, para todas las personas y que este derecho es vulnerado en todas las escuelas de nuestro estado.
Pienso que, para construir la Escuela Pública, Inclusiva, la de todas y para todas las personas, no podemos hacerlo con los métodos tradicionales, sino que requiere una ruptura con lo tradicional.
Una ruptura con todas las dimensiones que forman la educación en la Escuela Pública, ya sean la cultura y el currículum, los espacios y los tiempos, los lenguajes, los afectos, las relaciones que se construyen en la práctica con el alumnado y con las familias, la construcción de la convivencia, las prácticas docentes, …
Una ruptura también con la perversión del sistema. Todos los recursos son importantes, no estamos en contra de incrementar los recursos en la Escuela Pública, todo lo contrario, pero estos recursos no deben aplicarse a un solo alumno o a una sola alumna, sino que toda esa inteligencia común tiene que ser aplicada al común. A la construcción de aulas inclusivas, de centros educativos inclusivos. A la construcción de la Educación Pública.Todas las identidades profesionales trabajando juntas, junto a alumnado y familias, desde los mismos principios y aprendiendo juntas desde nuestra práctica para construir nuevas teorías que mejoren nuestras prácticas.
Quiero acabar con unas palabras de Franco Basaglia, era un psiquiatra comprometido, un activista que asumió la contradicción de formar parte de una institución e intentar desecharla. Y es que creo que es justamente lo que debemos hacer hoy aquí. Unirnos en el trabajo y el compromiso de ser activistas por la destrucción de la escuela que segrega, que excluye y que ejerce violencias contra las personas; y por la construcción de la Escuela Pública, por el derecho a una educación juntas para construir convivencia. En el Proyecto Roma pensamos que el compromiso tiene que estar en la acción, el compromiso con la práctica.
Franco Basaglia decía que “como ser humano, quiero cambiar la vida que hago, y por esta razón quiero cambiar la organización social, no con la revolución, sino simplemente ejercitando mi profesión de psiquiatra. Si todos los técnicos ejercitaran su profesión, esto sí que sería una verdadera revolución…Transformando el campo institucional en el cual trabajo, cambio lasociedad” (Basaglia, 2021, pp. 215-216). Y esto podemos hacerlo si queremos, solo depende de nosotras y nosotros, de cada cual en su responsabilidad.
Termino con otra de sus pensamientos que dice que “la verdad está en nuestra práctica cotidiana, en romper ideas preconcebidas, en poner distancia con el pesimismo de nuestra razón (nada va a cambiar, no podemos hacer nada para cambiar la realidad) presionandopara poner en acción una práctica optimista” (Basaglia, 2021, p. 114). Creo que es justamente lo que necesitamos, comprometernos con el optimismo de la práctica, el compromiso con la práctica. No vamos a poder evitar las contradicciones, pero debemos unirnos para tomar conciencia de ellas, reflexionar juntas, aprender juntas desde el conocimiento científico y no desde las creencias, y llevar ese conocimiento a la práctica, y esto debemos hacerlo juntas.
Diana Farzaneh Peña
La Nave, Málaga