El artículo firmado por Fernando de Yarza López-Madrazo y Beatríz Gómez Gil en el diario 20 minutos el pasado 9 de junio de 2021 cuyo título “Contra la inclusión que excluye” nos ha provocado un intenso deseo de debatir, democrática y francamente, sobre su contenido, y sobre lo que se omite.
Pero, antes de comenzar el debate, quizás deberíamos conocernos mejor: Permítannos presentarnos:
Las familias del Proyecto Roma formamos parte de un grupo de Investigación-Acción que busca aportar a la construcción de una nueva teoría de la inteligencia, así como provocar la transformación de la sociedad, una sociedad más justa y solidaria, que cuente con todas las personas que la forman, independientemente de su sexo, género, orientación sexual, etnia, estrato social, procedencia o hándicap.
Nuestros principios para una educación sin exclusiones, basados en el Proyecto Roma, son :
1. Confianza: Todas las personas son competentes para aprender
2. Respeto a la diferencia, considerando ésta como un valor e inherente a la condición humana
3. El aula como comunidad de convivencia y aprendizaje. La construcción de la democracia en las aulas.
4. El trabajo cooperativo y solidario en el aula como estrategia de aprendizaje
5. El interés del alumnado como motor del aprendizaje
6. La construcción social del conocimiento a través de proyectos de investigación (Aprendizaje social)
7. El error como fuente de aprendizaje
8. Pretendemos cualificar, cambiar y transformar los contextos y no a las personas.
Entremos pues, en el debate:
En nuestra opinión, los argumentos vertidos en dicho artículo solo se pueden mantener desde un posicionamiento ideológico que clasifica a las personas en capaces e incapaces, arrogándose la potestad de determinar quién está capacitado y quién discapacitado, partiendo de una total falta de confianza en la competencia para aprender de todos los seres humanos.
Este posicionamiento ideológico se ancla en el modelo deficitario, que cataloga la diversidad como discapacidad, y la discapacidad como enfermedad. Lo más grave es que toda su argumentación se realiza desde meras opiniones, sin el más mínimo fundamento científico. Se defienden los Centros de Educación Especial (CEE) cuando se ha demostrado a lo largo de décadas que las personas, a cuyas necesidades educativas se pretende dar respuesta desde estos centros, no logran construir un proyecto de vida autónoma y plena. Muestren un sólo estudio científico en el que el alumnado del CEE haya conseguido una vida plena. Nosotros, por el contrario, sí podemos justificar que la construcción social y cooperativa del conocimiento produce desarrollo en todas las personas, cualesquiera que sean sus particularidades.
¿No creen que merece la pena escuchar a la ciencia, las experiencias de otros países? ¿No decían ustedes que escuchemos a los que saben? ¿O solo a los que opinan como ustedes?
Los argumentos esgrimidos por la autora y el autor de este artículo, nos parecen absolutamente inadmisibles e injustificados. Algo lógico por otro lado ya que los puntos de partida de ambos posicionamientos son antagónicos, el desarrollo humano que defendemos, frente a la “discapacidad” como condición humana defendida en el mencionado artículo.
Hoy en día a nadie se le ocurriría, en nuestro país, discutir sobre los derechos de las personas negras o sobre el derecho de las mujeres al voto. Sin embargo, ustedes pretenden abrir un debate sobre el derecho a formar parte de la escuela común, de todas las niñas y de todos los niños.
Sostienen que hay niñas y niños a los que consideran como discapacitados o enfermos, y, en función a esa etiqueta, proponen apartarlos de la escuela común, de su entorno natural, donde acuden todas las niñas y niños de su barrio. Así, unos resultan ser “válidos” y otros “menos-válidos” ¿no es así?. Lo sentimos, no podemos estar de acuerdo.
En nuestra opinión, al negarles su derecho a formar parte de la escuela, les están negando el derecho a existir en sociedad. No es posible construir una sociedad democrática, justa y equitativa si las niñas y niños con más peculiaridades se encuentran en CEE apartados del resto del alumnado. El alumnado de la escuela común aprenderá que hay personas menos capaces con las que no tienen que convivir y el alumnado de los CEE no aprenderá nada que les sirva para ser ciudadanía de pleno derecho, capaz de construir su propio proyecto vital. La inclusión es un derecho. Y por cierto, es un Derecho Fundamental, expresamente aceptado y recogido en nuestra normativa, y como tal, algo sobre lo que difícilmente podemos debatir si está bien o mal, o si nos gusta más o menos. ¿O volvemos a debatir sobre la esclavitud, el trabajo infantil, el derecho al voto de las mujeres, etc?
Elegimos ser personas que se erigen en defensa de los derechos de todas las personas sin excepción, antes que permitir la ablación de dichos derechos, que es la consecuencia natural de los argumentos que se vierten en dicho artículo.
Exigimos el derecho de todo el alumnado, con hincapié en los grupos vulnerables, no solo a tener una educación de calidad, sino a obtener la titulación en la enseñanza obligatoria para tener oportunidades de continuar estudiando. Y el correlativo deber de todo el profesorado de enseñar a todas las alumnas y alumnos y no solo a algunos. Ya existen numerosos proyectos educativos que demuestran en la práctica con enorme éxito este modelo inclusivo de educar en una escuela común. Les invitamos a acercarse sin prejuicios a conocerlos. ¿O prefieren seguir pensando que esto no es posible?
Los CEE, tal como determinó el comité de la ONU de Derechos de las Personas con Discapacidad en una resolución en 2020, son contextos de segregación y exclusión social, e insta a España a eliminar “toda segregación educativa de estudiantes con discapacidad”
tanto en CEE como en aulas específicas dentro de las escuelas. Las Naciones Unidas no llegaron a un acuerdo sobre esta cuestión, porque sí, o por razones ideológicas, sino que se fundamentaron en estudios científicos que han acreditado, más allá de toda duda, que las personas nos construimos en función a nuestros contextos. Si el contexto es un contexto empobrecido, limitado, se reducen extraordinariamente las posibilidades de desarrollo. Si el contexto, por el contrario, se inunda de posibilidades de aprendizaje, entonces todas las personas pueden aprender.
Por tanto, nos atrevemos a afirmar que tales CEE son verdaderos guetos, ya que gueto no es solo una zona en la que conviven personas de igual condición y que permanecen aisladas por razón de raza o cultura, sino que también lo serán en función del contexto que genere.
Sostenemos que todas las niñas y todos los niños tienen derecho a educarse en colegios comunes con otras niñas y otros niños, porque solo así aprenderán y se desarrollarán. Todo el alumnado tiene derecho a aprender el valor de la diversidad. ¿Cómo construímos la diversidad como valor si no convive junto todo el alumnado?
Por otro lado, no queremos dejar de señalar, que los CEE son en su mayoría centros privados o concertados, y así resulta del Informe del Ministerio de Educación y Formación Profesional «Datos y Cifras» del curso escolar 2019/2020, en su página 17. Por tanto, sí es cierto que mantener el modelo médico o del “déficit” de la “discapacidad”, de alguna manera, tiene un interés económico para determinados sectores empresariales y profesionales.
Expresan en su artículo que “al entrar en un CEE, se percibe una energía diferente. Los escolares llenan los pasillos y las aulas de alegría por el encuentro diario con sus compañeros de vivencias, con sus maestros y sus auxiliares. Unos caminan, otros van en silla, algunos pueden hablar, otros se comunican mediante dispositivos electrónicos o tableros…, pero todos comparten una camaradería admirable y una amistad intensa que se forja con los años de compartir el colegio y las experiencias que viven en él”.
¿Acaso no será posible esa misma alegría en un centro ordinario o común, si todas las personas se sienten reconocidas como valiosas y necesarias, si se confía en su capacidad para aprender y se reconoce la importancia de lo que aportan al resto?
¿Qué derecho tenemos de hurtar a toda la comunidad educativa, alumnado y profesorado, del aprendizaje que supone contar con todas las personas y su diversidad? ¿Qué tipo de sociedad pretendemos construir si a nuestras y nuestros jóvenes los educamos apartando a las personas más peculiares, clasificando a sus individuos en capaces o incapaces? Si mantenemos una educación segregadora tendremos una sociedad segregadora.
Compartimos los sentimientos de las familias que albergan en su seno a quién no es aceptado por el resto. Por eso mismo luchamos por transformar la sociedad, construyendo una sociedad en la que todo el mundo se sienta reconocido, sea cual sea el contexto, y no solo dentro de un espacio físico (CEE.) En vez de procurar un espacio proteccionista, donde la persona esté protegida de lo que se cree que no puede hacer, hay que modificar todos los espacios para que todos podamos ser como somos e iguales en derechos y tener oportunidades equivalentes de desarrollo. Y esto no es una utopía.
¿Quien se hará responsable de privar a las personas a las que no consideran capaces de la posibilidad de construir un proyecto de vida? ¿Quiénes se harán responsables de construir una sociedad segregadora donde no todas las personas tengan sus derechos garantizados?¿Y de las consecuencias que tienen sus prejuicios sobre la construcción de una sociedad más justa y equitativa?
Queremos ser responsables de la construcción de una sociedad justa y equitativa para todas las personas, con todas las personas. Todas, sin excepción.
Adhiero a cada palabra expresada en este artículo. Tuve el honor de conocer y trabajar en un proyecto de investigación acción estudiando y aplicando el proyecto Roma en Mendoza, Argentina bajo la dirección de Miguel López Melero ♥️.La mejor experiencia en toda mi carrera docente. La que nunca abandoné aunque los vientos van en contra… muy en contra. No es una utopía. Y desde mi humilde lugar por este rincón del mundo sigo luchando con desgaste, impotencia pero con profunda convicción por la verdadera escuela inclusiva, por la construcción de esa futura sociedad justa y equitativa, para todas las personas, con todas las personas que se gesta en el aula. Me da fuerza y alegría estar conectada a la distancia. Los abrazo con cariño.